Las palmeras que inicialmente desarrollan un tronco subterráneo, como los Rhopalostylis., suelen tolerar mal el transplante cuando son jóvenes. Pero, en general, el transplante de palmeras adultas es comparativamente bueno y grandes ejemplares de muchas especies pueden transplantarse con éxito.
El mejor momento en climas mediterráneos y templados abarca desde primavera, fuera del período de heladas, hasta mediados de verano aprovechando que las palmeras están en plena actividad vegetativa y que tendrán tiempo suficiente para desarrollar un nuevo sistema radicular antes de que bajen las temperaturas.
Las palmeras, como plantas monocotiledóneas que son, desarrollan un sistema radicular abundante y fibroso -carecen de una raíz principal pivotante y permanente- y sus raíces no engruesan con el tiempo.
Al formar el cepellón, estas raíces se regeneran en mayor o menor cuantía en función de su longitud, pero también se pueden formar nuevas desde la base del tronco (son de destacar en este sentido los diferentes trabajos de T.K. Broschat y H. Donselman, de la Universidad de Florida, observando la respuesta de diferentes especies al transplante).
Con objeto de favorecer la formación de nuevas raíces en aquellas especies que poseen esta cualidad, como es el caso de las palmeras reales, convendrá abrir una pequeña zanja de 10-20 cm. de profundidad con un par de meses de antelación al transplante definitivo y se mantendrá siempre húmedo el suelo.
En el caso de grandes ejemplares será necesaria una mayor preparación, incluso con un año de antelación si es posible, abriendo una zanja de 60 cm. de profundidad a la distancia decidida del tronco y, al terminar, se rellenará dicha zanja con un buen suelo que se mantendrá húmedo hasta el transplante.
Por otro lado, el tamaño del cepellón también depende de las dimensiones de la planta que queremos transplantar y del tipo de suelo donde esté creciendo. Los suelos sueltos y secos deben regarse siempre con anterioridad con el fin de que el cepellón que queremos obtener se disgregue lo menos posible.
Como norma general, en palmeras inferiores a 3 m. de altura bastará hacer un cepellón de 30 cm. de radio a partir del exterior de la base del tronco, y en el caso de grandes ejemplares o palmeras multicaules, la separación convendrá que sea algo mayor pero siempre considerando que aún teniendo -dentro de ciertos límites- más posibilidades de éxito cuanto mayor sea el cepellón, el peso adicional y el incremento en los costes del transporte puede limitar su justificación. Ejemplares de Syagrus romanzoffiana pueden ser transplantados con cepellones de 15 cm. de radio si no van a destinarse a la plantación directa en parques o jardines o, como en el caso de Sabal palmetto, incluso inferiores ya que no se da en ningún caso la ramificación de las raíces que permanecen.
Para el arranque y plantación de grandes ejemplares será necesario el uso de grúas y maquinaria pesada. En cualquier caso, siempre se tendrá mucho cuidado en no dañar los troncos -no hay que olvidar que por carecer de cambium, las palmeras no pueden cicatrizar y cualquier daño que sufran les durará indefinidamente-, y se prestará especial atención en no golpear ni dañar el cogollo, o brote terminal de la palmera, ya que podría suponer la muerte de la planta.
Es importante la eliminación de hojas con objeto de reducir la resistencia al viento y la transpiración. Con este objeto, se eliminará un buen número y las restantes se atarán entre sí durante cierto tiempo, procurando no impedir el empuje y desarrollo de las nuevas hojas que emerjan.
Durante todo el proceso del transplante será fundamental cuidar los riegos, recomendándose los riegos abundantes y regulares más que los cortos y más frecuentes, ya que provocarían la formación de raíces sólo superficiales.